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Los días se hacen más largos

La primavera ya nos ha alcanzado, dejamos el invierno atrás el pasado 20 de marzo y uno de los cambios más significativos que nos trae  es el adelanto del uso horario. La madrugada del próximo día 31 los relojes se adelantan una hora.

De esta manera, a las 2 de la madrugada pasarán a ser las 3. De esta forma dormiremos una hora menos.

Pese a la multitud de propuestas en contra y críticas que se levantan ante este cambio horario, hoy en día sigue estando presente y se practica en casi todo el mundo. Aunque muchos hayan pensado que este año podría ser el último, lo cierto es que no.

La propuesta de la Comisión Europea de poner fin a los cambios de hora sigue en marcha, aunque los ministros de transporte de la UE han pedido más tiempo. Por tanto, el último cambio de hora se estima que sea en 2021, según Isabel Celaá, ministra de Educación y portavoz del Gobierno.

La historia del cambio de hora

La idea de este cambio es adaptar nuestros horarios a la luz natural y lograr así un ahorro energético, aunque son muchos los que dudan de que dicho ahorro se llegue a producir. Sí, tenemos más luz por la mañana, pero a cambio tenemos menos luz al salir de trabajar. De hecho, los estudios consultados por la Comisión Europea indican que el ahorro de energía es marginal, entre el 0,5 y el 2,5%. A eso hay que sumar, además, su impacto en los biorritmos humanos (en forma de cansancio o falta de concentración) durante los días posteriores al cambio de hora.

Todo empezó cuando, en medio de la II Guerra Mundial, España y el resto de países europeos (excepto Portugal y Suiza) adelantaron la hora. En principio iba a ser una decisión temporal, pero España nunca volvió al huso horario que le corresponde: el del meridiano de Greenwich (GMT en invierno). Tampoco atrasaron la hora extra Francia, Bélgica ni Países Bajos.

Por este motivo, tenemos la Hora Europea Central (la de Berlín) en lugar de la Occidental (la de Londres), por lo que en la península se vive con una hora de adelanto con respecto al sol en invierno y con dos en verano, cosa que no ocurre en Canarias.

Respecto a la salud, los especialistas de la Sociedad Española de Neurología señalan que una persona tarda una media de entre dos y siete días en adaptarse al nuevo horario, que es lo que necesita el cerebro para reajustar su actividad y que las funciones corporales y la conducta sean las adecuadas en cada momento.

Polémica medida

Sin embargo, también son muchos los detractores de esta medida, ya que consideran que, en primer lugar, España debería volver a tomar el huso horario que le corresponde y que cambió en 1940.

Además en las islas hay quien piensa que al vivir del turismo, tener más horas de sol a la tarde es más interesante para los turistas, ya que no hay tanto gasto energético como en las zonas donde hay más fábricas e industria.

La medida se institucionalizó a nivel internacional en 1974, debido a la primera crisis del petróleo, cuando algunos países decidieron adelantar sus relojes para poder aprovechar mejor la luz del sol y consumir así menos electricidad en iluminación.

Sin embargo, en España el cambio de hora comenzó a aplicarse en 1918, aunque por diferentes circunstancias sociales y políticas hubo 39 años en los que no se llevó a cabo esta medida.

El hecho de contar con una hora más de luz al día favorece, según fuentes del IDAE, tanto el consumo como el turismo pues la población se anima a salir más de casa y generar actividad económica, sobre todo en el sector ocio.

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