¿De verdad hace falta montar este espectáculo cuando cada mes se celebran plenos ordinarios, comisiones, juntas y reuniones abiertas donde se pueden plantear todas esas preguntas? Si alguien cree que un pleno de este tipo sirve para algo más que para agitar papeles y grabar vídeos indignados, quizá debería repasar cómo funciona la política local de
verdad.
Puerto del Rosario no se gestiona desde una silla, se gestiona a pie de calle. Con presupuestos que no se quedan guardados en un cajón. Con proyectos que desbloquean inversiones que llevaban años atascadas. Con una hoja de ruta que, como todo lo que es realista, no se termina en dos días. Quienes ahora reclaman un gran debate anual suelen ser los mismos que, cuando gobernaron o tuvieron oportunidad de aportar soluciones, dejaron el municipio plagado de expedientes sin resolver.
Mientras algunos preparan discursos grandilocuentes, se están firmando convenios para apoyar a clubes deportivos, poniendo en marcha ordenanzas que modernizan servicios básicos como el taxi o se desbloquean proyectos que llevaban lustros acumulando polvo en
una gaveta. Eso, aunque no llene titulares tan rápido, es lo que sí cambia el “estado del municipio”.
Claro que hay cosas que mejorar. Siempre las habrá. Y a quien gobierna se le exige responsabilidad para escucharlas, asumir críticas y corregir cuando hace falta. Pero convertir la rendición de cuentas en un teatrillo para repartir golpes prefabricados no aporta ni una farola nueva, ni una calle asfaltada, ni un camino limpiado.
A fin de cuentas, la ciudadanía sabe distinguir entre el ruido y el trabajo real. La política útil
se ve en cada barrio, en cada pueblo, en cada obra terminada y en cada compromiso que se cumple con hechos, no en discursos de salón.
Puerto del Rosario necesita menos titulares huecos y más manos remangadas. El resto, puro postureo de salón.